miércoles, 18 de agosto de 2010

HOMENAJE AL LIBERTADOR

Nos pareció destacable el discurso de Gustavo Pasquinelli, Director del CECLA, en el acto en homenaje al Libertador; lo transcribimos a continuación:

Qué distintas hubieran sido nuestras infancias y nuestros entusiasmos patrióticos si antes de enseñarnos de memoria la Marcha de San Lorenzo nos hubieran explicado por qué se libró aquel combate, qué intereses estaban en juego y, aunque sea, qué quería decir “febo”.
Nos tendrían que haber dicho que las fuerzas españolas de Montevideo llevaban adelante una férrea resistencia contra el gobierno de Buenos Aires y constituían un verdadero peligro para la continuidad de la Revolución. Así describía La Gaceta uno de estos mortíferos ataques del enemigo:
A eso de las nueve de la noche la flotilla, estacionada en la rada interior, comenzó, sin previo aviso, el bombardeo de Buenos Aires. Las granadas, describiendo hermosos arcos, caían sobre la ciudad alumbrada ya por los faroles nocturnos. Las familias se encontraban casi todas en sus tertulias y aunque las granadas hacían explosión en uno y otro sitio, no por eso las señoras dejaban de subir a las azoteas para presenciar el espectáculo. Después de arrojar unas cincuenta granadas sobre la ciudad y manteniendo un vivo fuego sobre la playa, felizmente ineficaz, los españoles intimaron la rendición de las autoridades.
Para frenar estas amenazas, a principios de 1813 se les encomendó a los granaderos de San Martín su primera misión: defender las costas del Paraná, atacadas por los españoles que trataban de aliviar el bloqueo al puerto de Montevideo, haciendo lo que mejor sabían, es decir, robar ganado y saquear los poblados de la costa causando graves daños a la economía regional.
San Martín, que esperaba ansioso la oportunidad de entrar en combate, realizó un prolijo trabajo de inteligencia y pudo confirmar las sospechas. Ordenó a sus espías seguir el movimiento de la escuadra por tierra, e instaló su cuartel general en el convento de San Carlos, cerca de la posta de San Lorenzo. Era la mañana del 3 de febrero de 1813 cuando febo asomó y unos 300 realistas desembarcaron para realizar sus habituales tareas de saqueo. Pero esta vez la cosa sería distinta: San Martín ordenó un ataque envolvente y los enemigos fueron empujados hacia el río. De nada les sirvió el paso redoblado del que habla la famosa marcha.
En medio del combate, la vida del jefe corrió serio peligro. Su caballo, cayó herido aprisionándole la pierna, y dejándolo a merced de cualquier atacante. Cuentan que justo cuando un enemigo iba a clavarle su bayoneta, el granadero Baigorria lo madrugó y lo atravesó de lado a lado. Baigorria murió heroicamente y el soldado Juan Bautista Cabral, correntino como San Martín, pudo liberarlo y salvarle la vida. El resto de la historia y el final, ya lo conocemos.
El objetivo militar había sido cumplido: defender el Litoral desde Zárate hasta Santa Fe.
San Martín, es quizás, la figura más grande de nuestra historia en lo militar. Realizó con la espada los más severos principios de los pensadores de Mayo.
La vida ejemplar de San Martín ha inspirado en muchos páginas magníficas que hasta hoy conservan su belleza y nos deslumbran.
Su figura, entonces, crecerá imponente en la historia de la patria y a cada paso de los días. Servirá siempre de guía y ejemplo: de guía para quienes tengan que defender a la Argentina que hoy tenemos y de ejemplo para quienes tengan que gobernarla.
Juremos, entonces, como lo decimos en las estrofas de nuestra canción patria, morir con gloria, pero tengamos también presente que debemos vivir en paz, en amistad y trabajo constante para que a lo largo de nuestro camino no tropecemos con quienes quieran robar lo que nos legaron.
Se cumplirán así las palabras que San Martín dijera al proclamar la independencia del Perú: “Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino y sólo falta que el valor consuma la obra de la constancia”.


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