
Venía de la experiencia de la radio donde se hacía todo en un rato y la consideración de los oyentes era mayor…. Pero hoy, lunes lluvioso, me llega una propuesta inspiradora: Tengo la historia, veamos como la cuento. (Las palabras que están en mayúsculas son la que ustedes me enviaron. Espero que les guste.)
Yo andaría por los 14 años… si, no más. La vida era, por entonces, toda ESPERANZA, FELICIDAD.
Salí de mi niñez con lecturas como: Tom Sawyer y sus aventuras, Chizini Melo, y su Tacuara y Chamorro, RUMPELSTILSKIN y la historia de la niña que transformaba la paja en oro, etc. y pasé rápidamente a la mezcla necesaria de estudio (poco) y trabajo (más o menos)….
PAPÁ, por entonces, tenía una carnicería y yo era el “ilustrado” de la familia. El sumaba y restaba con alguna dificultad, nada más. Eso si, era muy trabajador y bondadoso…. padre cariñoso, buen amigo. ¡Cuantos RECUERDOS!!!
En realidad, comenzó repartiendo leche casa por casa, con los tachos y el medidor de un litro. Casi siempre iba con yapa. Se tenía bien ganada la confianza de los clientes y, más de uno le dejaba abierta la puerta del patio, la ollita limpia y el dinero justo para que le pusiera la leche.
Así, con los años puedo construir una casa y un salón para negocio donde instaló la carnicería y verdulería de calle Lavalle 724, a una cuadra de la Ignacio Crespo, aquella venerada escuela primaria.
Eran tiempos de SOLIDARIDAD; sus amigos de dieron una gran mano. La BENDICIÓN del VIVIR para dar.
Era madrugador; muy temprano se iba en bicicleta o en moto al matadero para carnear; yo, un par de horas más tarde, ataba una vieja yegua zaina a un carro y me llegaba al matadero para traer el cebo, los cueros, las achuras.
MAMÁ, en cambio, era la rectitud y el orden. No se porque cosa nunca me acaricio… al menos no recuerdo que lo haya hecho y sé lo que me amaba.. Era MUY DULCE pero le costaba demostrarlo, aunque me daba SEGURIDAD. Ambos resumían al AMOR.
Todas las mañanas, de lunes a viernes, el viejo me mandaba a hacer las cobranzas, depositar ese dinero en el banco, etc.
Para mi era todo un placer hacerlo ya que entre mandado y mandado me podía demorar un rato en el Oriente (bar donde concurría toda la fauna bohemia del pueblo), tomarme un cortadito y “taquear” solo, sin testigos que dieran fe de mi pobreza de recursos para el billar.
En los horarios que los “buenos” se juntaban, yo no me animaba a jugar… Pero un día, vaya uno a saber en que pensaban los dioses en ese momento, llega, canchero, ojos de un CELESTE que le daban gran llegada a la MUJER. seguro de si mismo, AMANTE de la buena pilcha, el mejor: Silos De Gáspari. Tenía de HIJO a cuanto billarista se le animara. Era una CELEBRIDAD. AMIGO del faso, del café (cargado y con el pocillo bien caliente). CABEZÓN, le decían los que se animaban –no eran muchos- ya que tenía un balero bastante grande.
-Hola pibe, ¿Qué hacés?
Me preguntó mientras se comía un BOM BOM, otro de sus vicios. La verdad que me achicaba hablar con él; tímidamente le contesté..
-Nada…
-Como nada,
-Si, nada.
A partir de ese momento caen como cuentas de un rosario sus palabras y las mías conduciéndonos hacia un final tan increíble como desopilante….
-¿Jugamos? Me dijo.
-No! Le contesté sin pensarlo un segundo. No me animaba a tomar el taco frente a él. Sentía mucho RESPETO por su calidad. Era un FENÓMENO. Jugarle era una LOCURA.
-Dale, te doy una línea (25 carambolas) y vamos a tres.
-No, no. No me animo.
Convencido de que esa ventaja nos ponía en un pie de IGUALDAD, redobló la apuesta y tiró por el resto:
-Te doy cincuenta.
En ese momento nos acompañaba, en otra cosa, el mozo. La conversación era de estricta confidencialidad.
-La verdad, YO, no muy convencido, más bien apretado por la oferta, balbuceé un…
-Bueno, dale y DE UNA me mandé a fondo.
-Mi principal preocupación era no que me ganara, lo cual era más que seguro. Yo tenía terror de que alguien me viera en semejante situación.
-Salí vos, me dijo sin quitarse el cigarrillo de su boca.
-Temblando saqué y me fue como me tenía que ir: hice un pif que llamó la atención del mozo.
-Epa! ¿Qué pasó? Dijo desde el mostrador, sin dejar de lavar las copas.
Ni Silos (Zofaifa para todos), ni mucho menos yo, humillado a la sazón, respondimos siquiera con una mirada.
-Tomó el taco con una elegancia increíble; tenía movimientos de dandi. Parsimonioso puso tiza en su taco y, como calentado motores se mandó una volada de cinco carambolas. Me hizo precio de movida nomás.
Bueno, la cuestión es que sin haber metido ni una carambola, yo iba ganado 50 a 5.
La verdad es que me dejó una jugada jodida; las bolas desparramadas por el billar como si hubiera caído una bomba. Jugaba tan bien que eso no había sido casual.
Tomé el taco, puse tiza, me acosté como pude sobre la mesa y nada. No solo que erré el tiro sino que se las dejé como para que me matara.
Efectivamente me mató: metió una bolada de 15. Ya me estaba comiendo el margen del changüí que me había dado: 50 (inamovibles) a 20. DIOS mio… ¡que quilombo!!!
A todo esto y para aumentar mi bochorno, entra en el bar el Delio Hajmed (también mozo, pero en la noche) y viendo a la parejita, nos grita desde lejos:
-¿Es verdad lo que ven mis ojos?
-Zofaifa, un duque, no contestó palabra. Yo menos.
-Te toca vos, me dijo entre paternal y canchero.
-Como la suerte no siempre sigue una lógica – sino no sería suerte- metí tres carambolas al hilo. Una proeza: 53 a 20.
Vaya saber porque el Delio se fue arrimando, café en mano y pucho recién prendido entre los labios. Se sentó a unos metros como para no molestar y poder “pispiar” el partido.
Silos, sin decir palabra, con postura de orfebre, como ideando una ingeniería que le permita descontar con una bolada abundante, empezó a meter tantos a lo loco: una, cinco, trece, dieciocho…
-Pará, la puta madre, musite para mis interiores cruzando los 20 dedos –si los de los pies también- hasta que se clavó en 20. 53 a 40. IMPRESIONANTE.
Yo sentía que me faltaba el aire, se me nublaba la vista, tenía palpitaciones, sudaba frío.
-Hummm, me parece que…
Musitó Delio mirando para otro lado.
A esa altura, con toda SINCERIDAD, yo me sentía boleta; eso no se discutía, el tema era como salir más o menos dignamente de la situación
-La manos me traspiraban, me puse talco, las froté contra el taco y me encomendé baya a saber a quien y.. que sea lo que DIOS quiera.
-La verdad es que la jugada no había quedado tan mal. Tomé aire, respiré hondo y tiré. Una, dos, tres, nueve.
Bueno, bueno, pensé, la cosa no pinta tan mal. 62 a 40. Ya no sería papelón A mi me faltaban 13 a él 35.
-Lo noté algo contrariado, pero queriendo que no se le note. Su rostro denotaba algún enojo. Pensé que se estaba maldiciendo por haberme dando tanta ventaja.
Tomó el taco sin la gracilidad de unos minutos atrás; sobreactuó su gesto de suficiencia –como para que no me agrandara, seguro- y empezó nuevamente a pegar y pegar: paró a las catorce después de haber errado un “masé” que si le salía debíamos cerrar el bar. 54; yo a trece –la yeta- del final. Pensé que con una boladita más o menos me arrimaba a un final digno, cabeza a cabeza.
Me sentí un poco mejor; a esta altura ya deseaba que alguno de los que jugaba conmigo me vieran, pero no llegaba nadie. Le estaba haciendo partido al número uno.. si, ya sé, con ventajita, pero yo no le había pedido nada; si él me provocó yo no tenía la culpa.
Me hice del taco a lo Navarra; ya mi mirada y mi pulso eran otros. ARMONIA en cuerpo y alma. Veía un FUTURO algo mejor, con CLARIDAD.
Sentí, por primera vez en el partido, que dominaba la escena. Una, dos, tres.. siete.
A seis del final me volvió un cagazo padre. Tuve, te lo juro, hasta un poco de piedad por él.
De todos modos no me animaba a mirarlo. Algo desencajado lo oí, estoy seguro, putear por lo bajo; es más, me parece que dijo: ¡pendejo de mierda!
Furioso, DESENFRENADO, arremetió contra las bolas y, como en una exhalación final retomó su ritmo: 55, 56, 63, 69…. Y ¡Pif!!! Le faltaban seis.
Estábamos iguales. Para mi estaba bien. Lo miro al Delio que no podía creer lo que veía y le digo, para descontracturarme un poco y darle una opción a mi rival:
-¿Y si lo dejamos acá? Un salomónico empate…
-El turco, espectador de lujo, se encogió de hombros y, en buen romance, se lavó las manos. No quiso ser parte de este sacrilegio.
Silos, ya contrariado y sin retorno me dice con tono francamente enemistoso:
-¡Tirá pibe y dejar de joder!
En el lugar no se escuchaba el zumbido de una mosca, que las había, doy fe.
Sentí que había salvado la ropa y que, pasara lo que pasara ya no había hecho un papelón.
-Bueno, le dije con postura de superado.
Noté que el taco era parte de mis brazos, mis manos lo acariciaban con seguridad de
Campeón… y lo liquidé. MUSICA para mis oídos. Sentí que había tenido SEXO del mejor.
No sabía si reir o que. MUY COPADO por dentro, pero calmo por fuera, dejé el taco en su lugar, me lave las manos; Zofaifa, desconsolado me decía “te juego otro y te doy la misma ventaja!”.
Sin darme vuelta, moviendo un el índice de la mano derecha, le respondí que no.
-Mi viejo me está esperando. No puedo… GRACIAS. Y me fui en PAZ y silbando bajito. Él seguramente se quedó pensando en este imberbe que un día, como quien no quiere la cosa, MANSILLA su honor de imbatible.
Cada 4 DE SETIEMBRE lo recuerdo; ese día yo le gané y era su CUMPLEAÑOS… ¡Qué paradoja!!! PERDONAME, maestro.
La VERDAD, algo de misterio tiene esta historia, porque a los pocos años , y sin revancha, un infarto se lo llevó para siempre. Hace tres meses me llega la noticia que el Delio también partió. Era mi único testigo.
Luis