lunes, 4 de enero de 2010

JUAN CARLOS GORR: UN MELLIZO EN REPOSO...

¿Para qué lo vamos a presentar?! ¡”El Mellizo” no necesita introducción! ¿Quién no lo conoce? Si el que no lo idolatró, lo insultó de pie a cabeza. Pero nunca pasó desapercibido. Una de las leyendas más grandes de nuestra historia futbolística está ahora en nuestras páginas. Aunque esto sea poco, aprovechen y disfruten un rato del Mellizo: Juan Carlos Gorr.
Soy de Argentino desde que nací. Primero porque vivía cerca de la cancha vieja, y segundo porque mi familia entera siempre fue Celeste. Empezamos a jugar con mi hermano (Hugo) a los 14 años en la cuarta, después pasamos a segunda y a primera desde muy jóvenes. ¡Éramos como perros para jugar! Todos nos tenían miedo. Éramos bravos porque cuando poníamos, si nos teníamos que quebrar, nos quebrábamos, no había problema. Y al ser mellizos, nos hicimos conocidos más rápido. Y también algo jugábamos… Mi virtud era que sabía siempre adónde iba la pelota, pero lo más importante era los huevos que poníamos. Dejábamos la vida en cada pelota, ya sea en los partidos como en cada práctica. En el Tri Campeonato teníamos un grupo muy unido. Nos peleábamos mucho pero siempre por el bien del equipo; si uno no corría, los demás le decíamos de todo.
Teníamos jugadores terribles, como Huguito, Zulú y Cavallaro. Portell era un jugador impresionante, aunque siempre se mandaba alguna en cada partido. Él siempre hacía alguna macana. Después de eso, era un genio. En la final en cancha de Correa, se manda una de las suyas y nos hacen el gol. Mirá… lo que no le dijimos!!! Bueno, después lo dimos vuelta. De ese partido no me olvido nada. Cuando terminó el partido, pasé por el túnel y me metí en el vestuario de Correa a saludar a los jugadores; estaban todos llorando y no lo podían creer. Para mí era así: en la cancha, a morir; pero terminaba el partido y la historia era otra.
Incontables son las historias que salen de una charla con Juan Carlos. Y todas alrededor de Argentino. Desde los 6 o 7 jugadores que paraban a dormir en su casa, hasta el pedazo de dedo que perdió sacando árboles con Nenucho, pasando por la vez que se bajó el pantalón en un clásico, o cuando le pegó una trompada al árbitro y tiempo después se lo cruzó en Rosario hasta que le levantaron la sanción.
Cuando teníamos 15 años, fuimos a practicar una semana a River y de allá mandaron una carta al club solicitando el pase de los dos. Al final, no fuimos porque mi viejo no nos dejó. Cuando el viejo decía que no, no se discutía. Y después nos convertimos en un símbolo de Argentino. Cuando, en los clásicos, salía por el túnel de la cancha de Sportivo, estaban los Tavoloni que me gritaban todos los insultos juntos. Y a la tardecita iba siempre al boliche que tenían ellos porque me esperaban con una picadita. Afuera estaba todo bien. Hay gente que me reconoce todavía hoy. A veces voy a Cañada, y hay gente grande que me grita ¡Chau Mellizo! Se acuerdan de cuando jugaba. Además jugué un año en Everton cuando Huguito era el Técnico y salimos campeones. Ese fue el único año que no estuve en Argentino. Después volví y jugué hasta los 44 años.
Desde su retiro, “El Melli” nunca pudo ver un partido entero de Argentino. Cuando viene a la cancha, paga la entrada, camina 15 minutos y los nervios “le comen la cabeza” hasta que ya no aguanta y se retira a su casa.
Es que viví la etapa de jugador de una forma muy intensa y me costó mucho dejar. Había mucho amor por la camiseta y además nos divertíamos.
Ahh!!! Me acordé de otra: yo tenía 17 o 18 años y en Sportivo jugaba un grandote de apellido Bernardo. En un clásico le puse un patadón terrible; y vino, me puso la mano en la cabeza y me dijo “la próxima vez, te arranco la cabeza”. – Sí, sí, Señor, no se preocupe. Después le pegué todo el partido.
Aguantábamos al “Gato” Vaccari y a Monín, que también era bravo, y cuando nos seguían a Portell y a mí, nos moríamos de la risa, los hacíamos renegar. Al mismo tiempo poníamos seriedad. Las prácticas eran sagradas, nunca faltaba nadie y nos cuidábamos mucho antes de los partidos. Sabíamos que el entrenamiento era fundamental. Y todo por los colores. Recuerdo a dirigentes espectaculares como “Paquito” Rey o “Meme” Garino. Me acuerdo de trabajar en el autódromo. De los corredores que guardaban los autos en nuestro galpón, que comían en mi casa, y todo se hacía con un gran placer.
Hoy el club está muy lindo. Lo ví crecer desde que esto era un vivero. Y no hay día que no venga al club aunque sea 5 minutos.
Esta vez, fueron más de 5 minutos. Pero igual no fueron suficientes. No queda otra, y lo resumiremos con las últimas frases de la charla. Las más apasionantes.
Lo más grande es el amor propio. Si me tenía que tirar de cabeza entre todos los botines, me tiraba. Dejaba la vida y no me importaba si me rompían la cabeza. Argentino es mi vida. Y mucho más que eso. ¡¡¡Es mi vida y la de mi familia entera!!!
PD: Nota publicada por Celeste de corazón. Gracias por permitrnos reproducirla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

LO PUSIERON EN LAS FIGURITAS?

Anónimo dijo...

grande juanca sos el idolo mas grande q tiene el club y un ejemplo de lo q es querer la camiseta no como algunos q por 2 mangos se dan vuelta como la tripa gorda y pensar q alguna vez se besaron la camiseta como se puede ser tan traidor.