Un 21 de diciembre de 1979 -hace 31 años- se apagó para siempre la ronca voz de Ermindo Angel Onega. En un accidente de transito en la ruta 9, cerca de Lima, provincia de Buenos Aires, se mató uno de los jugadores más talentosos que dio el fútbol argentino de todos los tiempos. Admirado y discutido en idéntica medida. Genial o lagunero, de acuerdo a la versión sin términos medios de los hinchas. Valorado como pocos por sus colegas y por los directores técnicos del mundo entero, Ermindo no logró la repercusión popular acorde con su notable jerarquía de jugador de clase, prestancia y manejo. Seguramente porque su nombre estuvo asociado al largo período en que River no consiguió títulos. Y se sabe que para algunos solamente los éxitos dan prestigio. Ermindo Onega no necesitó de los títulos para ser un grande, un jugador inolvidable, genuino exponente de la calidad de los futbolistas argentinos.Ermindo Onega había nacido en Las Parejas, provincia de Santa Fe, el 4 de abril de 1940. Llegó a River cuando tenía 17 años, con edad de quinta. Al poco tiempo ya estaba en la reserva y todas los madrugadores hinchas aseguraban que sería el sucesor de Enrique Omar Sívori. Debutó en Primera en el último partido de 1957, cuando River ya había concretado el ciclo histórico de cinco campeonatos en seis años. Llegó a jugar al lado de Labruna, Loustau, Pipo Rossi, Federico Vairo y Eliseo Prado. En 1958 lo confirmaron como titular. Pero llegó el Mundial de Suecia, un golpe grande para River y su escuela. Primero se fueron Prado y Rossi, y después, Labruna y Alfredo Pérez. El equipo quedó desmantelado y la gran responsabilidad de conducirlo le quedó a Ermindo, apenas un chiquilín.Los años pasaron y los títulos no llegaban. La tribuna se dividió. Onega era el eje de la discusión. A los que le reclamaban agresividad, les respondía con talento. En la Selección tuvo su noche inolvidable. En la Copa de las Naciones, disputada en Brasil y preparada para que ganara el local, Argentina fue de punto (los jugadores discutieron los premios por salir cuartos, últimos, en realidad) y terminó banca. Ermindo fue figura. La Selección le había ganado a Portugal en el debut (2-0) y debía enfrentar en el Pacaembú de San Pablo a Brasil, que venía de golear a Inglaterra. Ermindo convirtió el primer gol, luego de recibir una perfecta pared de Pedro Prospiti y definir con su enorme categoría ante la salida del arquero Gilmar. Después, la Oveja Telch (convirtió dos) cerró un 3-0 inolvidable en la tierra de los campeones del mundo.Ese maestro de periodistas llamado Osvaldo Ardizzone sentía una particular admiración por Ermindo. Siempre recordaba los elogios que le hicieron al Ronco los integrantes de la selección paraguaya en el vestuario después de un partido por la Copa Chevallier Boutell, en cancha de River, y que Argentina ganó 8-1, con dos goles del Ronco, el 8 de diciembre de 1964. Es mejor que Pelé, me decían los paraguayos. Estaban embobados con la técnica de Ermindo, repetía Ardizzone.En 1966, en el Mundial de Inglaterra también mostró su elegancia.Y ese mismo año, River llegó a la final de la Copa Libertadores. Ermindo ya tenía a su lado a Daniel, su hermano menor. En el Estadio Nacional de Santiago, Chile, River perdió un partido increíble frente a Peñarol, en tiempo suplementario 4-2. Fue transferido a Peñarol, en 1969, junto con Roberto Matosas. Justamente en el período en que del equipo aurinegro desaparecieron los hombres fundamentales: Abbadie, Rocha, Joya, Spencer y también tuvo que asumir la responsabilidad de ser otra vez el conductor. Como solía decir Onega: Siempre llegué tarde. Eso también le ocurrió en el fútbol uruguayo.Regresó en 1972 para jugar un año en Vélez. Lo fueron a buscar de Deportes La Serena de Chile. Fue creador de esa formidable aventura de fundar Renato Cesarini, junto con sus amigos Jorge Solari, Luis Artime y su hermano Daniel.Onega fue un jugador excepcional que no necesitó de títulos para ser un grande. En la misma medida, en la cancha y en la vida.-
FILIAL RIVER PLATE – ERMINDO Y DANIEL LAS PAREJAS – SANTA FE
1 comentario:
Extraordinario jugador olvidado, fino, con la calidad que cualquiera que ama el arte de tratar bien a la pelota desea. Yo no lo olvido. Un hincha de Boca.
Publicar un comentario