Falleció en la ciudad de Las Parejas, a los cincuenta y nueve años de edad, el señor MARIO A. CARDOZO, dice la noticia necrológica, murió un buen hombre dice la gente, nos dejó un ser humano excepcional dicen sus amigos, un hermano dicen sus íntimos.
Más se profundiza la relación, mas se agiganta su condición humana.
Fue un hombre que hizo de la amistad un culto, un ser noble, de los que no abundan.
El fútbol ilumino su vida; a su alcance, allí esta su gran obra, no solo por su relación con el juego, sino principalmente, por su relación con el entorno.
No cambiaba su humor si era titular o suplente, sabía que su contribución al grupo no dependía de ello, él conocía como nadie la importancia del vínculo afectivo en los deportes grupales y en esto era un crack.
Su amor por el fútbol fue infinito, no se terminó con su práctica, sino que fue el responsable de un nuevo universo, en el que reunió a sus amigos para jugar informalmente en cualquier cancha, pero como él siempre decía “tenemos que ser embajadores”, nuestro objetivo no es ganar partidos, sino más y más amigos.
Es así que su prédica y la convicción del grupo fructificó en un gran capital, intangible, es cierto, pero de los que más cotizan. La mejor herencia.-
Su despedida fue absolutamente simbólica, no faltó jugador alguno de los que aman el fútbol de verdad, el ámbito bien podría haber representado la composición de un vestuario o el momento preliminar a un gran partido, pero no se jugó. Se pinchó la pelota para siempre, murió el NEGRO CARDOZO.
Juan Carlos Valdano
Más se profundiza la relación, mas se agiganta su condición humana.
Fue un hombre que hizo de la amistad un culto, un ser noble, de los que no abundan.
El fútbol ilumino su vida; a su alcance, allí esta su gran obra, no solo por su relación con el juego, sino principalmente, por su relación con el entorno.
No cambiaba su humor si era titular o suplente, sabía que su contribución al grupo no dependía de ello, él conocía como nadie la importancia del vínculo afectivo en los deportes grupales y en esto era un crack.
Su amor por el fútbol fue infinito, no se terminó con su práctica, sino que fue el responsable de un nuevo universo, en el que reunió a sus amigos para jugar informalmente en cualquier cancha, pero como él siempre decía “tenemos que ser embajadores”, nuestro objetivo no es ganar partidos, sino más y más amigos.
Es así que su prédica y la convicción del grupo fructificó en un gran capital, intangible, es cierto, pero de los que más cotizan. La mejor herencia.-
Su despedida fue absolutamente simbólica, no faltó jugador alguno de los que aman el fútbol de verdad, el ámbito bien podría haber representado la composición de un vestuario o el momento preliminar a un gran partido, pero no se jugó. Se pinchó la pelota para siempre, murió el NEGRO CARDOZO.
Juan Carlos Valdano
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